DECIR NO a hablar en público.
No nos engañemos.
La mayoría de nosotros, en alguna ocasión, nos hemos excusado de una u otra forma cuando nos han pedido que hablemos en público d sopetón.
Pocos son los valientes que se ponen en pie y con paso enérgico, se dirigen al centro de la reunión decididos a explicar lo que toque.
Pocos. Muy pocos.
Y el resto, permanecemos inmóviles, sentados en nuestras sillas, sintiendo envidia cochina (la envidia, mucha o poca, envidia es) por no ser nosotros los que hemos alzado la mano y nos hemos levantado.
Porque todos lo sabemos. El resultado final es que se acuerdan de ti, y si lo haces bien, también de tus ideas.
Recuerdo que cuando era pequeña, y la profesora pedía voluntarios para salir a la pizarra a explicar el ejercicio, la mayoría de nosotros bajábamos la mirada, muy concentrados repentinamente en nuestro pupitre, y no la alzábamos hasta que escuchábamos el nombre del compañero desafortunado.
¿Y qué ocurría si había un niño que siempre levanta la mano en esta situación?
Malo, malo. Ese niño era calificado de pelotillero, de querer destacar, de desear ser el favorito del profesor,…
La situación escolar y profesional ha cambiado mucho, pero la sensación de miedo al ridículo y al “qué dirán” sigue arraigado en muchos de nosotros de forma inconsciente, impidiéndonos ser nosotros mismos.

De hecho, como no estamos acostumbrados a exponernos públicamente, nuestros fantasmas son mayores que nuestra necesidad de mejorar esta área.
Admito que estoy generalizando.
Conozco a un gran número de personas que huyen de la visibilidad que implica hablar en público, ya sea por vergüenza, miedo al qué dirán, perfeccionismo exacerbado, etc. Es una pena, pues pierden la posibilidad de transmitir grandes ideas y de ayudar a los demás con sus conocimientos y experiencia.
Aquellos que aceptan el reto, se suben al trampolín del crecimiento personal y profesional, y cuando por fin dan el salto, unas alas fuertes les conduce rápida y directamente a la cima profesional y a una gran confianza en sí mismos y en sus capacidades.
Las 3 razones más comunes para DECIR NO
Las tres razones más comunes que escucho para decir No a hablar en público y por qué cada premisa es incorrecta:
1_No quiero ser juzgado.
Es el Ying y el Yang.
Si tú puedes abstenerte de juzgar a los demás, te será muy fácil no juzgarte a ti mismo.
¿Sabes lo que otros recuerdan de nosotros?
A menudo no mucho. Las personas generalmente están demasiado ocupadas administrando sus propias vidas para enfocarse en lo que está sucediendo en nuestra órbita. Sé amable contigo mismo y deja de juzgarte y compararte con los demás. Tendemos a compararnos con personas que llevan años dedicándose a la comunicación. Pongamos la situación en perspectiva: Todo viaje comienza con un primer paso.
Y ahora otra pregunta, ¿sabes lo que recuerdan los demás de la persona que se ha mostrado y ha hablado en público?
Su valentía, y con suerte, su discurso.
2_No podré dar un discurso perfecto.
Has de saberlo ya.
No hay un discurso perfecto.
No hay un ser humano perfecto.

Eso sí, ofrece un discurso imperfecto que te pueda conectar con tu audiencia. Si tu discurso está super pulido, bien construido sin errores de ningún tipo, es porque lo has trabajado durante muchas muchas horas.
Pero dedicar poco tiempo a la preparación, no es excusa para no actuar. Recuerda: ¿cómo te sientes cuando escuchas a alguien que comete una equivocación? ¿Se cae el mundo? No, automáticamente lo asimilamos e incluso nos cae mejor pues podemos empatizar fácilmente con el error.
3_La idea de hablar en público me pone ansioso, nervioso e incómodo.
¡Eso es genial!
Aprendemos y crecemos para ser mejores seres humanos y por supuesto, la sensación de incomodidad nos ayuda a ser mejores oradores.
Nuestra mente afanosa siempre está atenta al peligro.
Está buscando atajos y cómo hacernos la vida más fácil. Evitando situaciones de estrés para que no suframos.
Sin embargo, esa comodidad nos conduce al mundo del status quo, del sillón reclinable y mantilla en el regazo, y acaba convirtiéndose en nuestro mejor amigo.
Al principio nos sentimos bien superficialmente al rechazar situaciones que nos incomodan. Y a la larga se convierte en nuestra tumba por no habernos atrevido a ir más allá, explorar, sentir, caer y levantarnos.
Aceptar el reto de hablar en público es vencer miedos y afrontar riesgos a cambio de obtener reconocimiento y mejores oportunidades laborales. Superar estas situaciones te hará sentir cada vez más fuerte. Con la práctica te costará menos, aumentará tu confianza y disminuirá tu miedo.
Durante los últimos años he ofrecido mis servicios a profesionales y empresarios para ayudarlos a convertirse en comunicadores poderosos, con la capacidad de convertir oyentes en clientes. He llegado a saber lo que marca la diferencia entre las personas que consiguen o no el éxito.
El marcador diferenciado es que:
Cuando el deseo de superarse sobrepasa a los miedos, el éxito está asegurado. Y es un trabajo del día a día.
Las personas exitosas consideran que la habilidad de hablar en público es puramente eso … una habilidad que se debe adquirir, lo que significa que eres un aprendiz. No eres un experto. Se necesita el constante ensayo de prueba y error para lograr el éxito. Entonces, ¿dónde está el problema?
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Mi nombre es Mónica S. Caamaño y soy Coach en Inteligencia Emocional, Relacional y Especialista en Oratoria.
Formo parte de Comunicación Revolucionaria, donde ayudamos a profesionales y a empresarios a convertir oyentes en clientes cuando exponen un proyecto, asisten a una reunión o buscan inversores.
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